sábado, 29 de septiembre de 2012

Libertad de expresión





Se oye nuestra voz 

porque somos inofensivos;

semilla en tierra yerma,

llama en el vacío.



Dejan flotar nuestras palabras

porque han reventado todos los nidos,

y caen como copos de plumas

sobre un matadero derruido.



Hasta que no duelan sus gargantas,

nuestra saliva tan sólo servirá

como lubricante para su máquina.



Y nuestras consignas continuarán siendo

meros lazos de regalo que ceban

su tolerancia, su libertad

de expresión hueca

y su condescendiente superioridad.




Alberto García-Teresa. Voces del Extremo. Poesía y tecnología. 2009




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