miércoles, 9 de enero de 2013

Canto del cautivo



Aquí jamás se siente el frío;

el bosque siempre su verdura ostenta,

y desde el mar hasta el ramaje umbrío,

llega la fresca brisa que lo alienta.

Y es tal la paz, tan grande y permanente,

que al zumbar del insecto interrumpe

el rugir de la tormenta.

A veces, cuando, envuelta en negro manto

la sombra de la luz pasa la raya,

se escucha el dulce y prolongado canto

que las conchas entonan en la playa.

En tanto que la flor en la espesura,

unida por su amor al aura pura,

constantemente va donde ésta vaya.

Mirad cómo las olas hacia el cielo

dirigen su rizada cabellera,

y con marcha veloz y raudo vuelo

cruza el profundo mar nave ligera.

Y en la noche cubierta de esplendores

brotan fosforescentes resplandores

del seno de las ondas hacia afuera.

Corre, ven a salvarnos, nave amiga;

cambia de mala en buena nuestra suerte;

aquí nos hiere y mata la fatiga,

el presidio es más triste que la muerte.

No nos falta la fe ni la constancia,

y si un día volviésemos a Francia,

sería por luchar con brazo fuerte.

El fuego del combate nos inflama,

la libertad al bueno presta ardor

y la batalla a todos hoy nos llama

a los desheredados el clamor...

A la sombra la aurora ha confundido

y un mundo surge de verdad y amor.





Louise Michel (1830 – 1905). Traducción: Fermín Salvochea

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