jueves, 27 de junio de 2013

Una sola consigna


 Al principio éramos
 cuatro o cinco, como siempre, todos
 más bien bajitos, algo de alopecia
 en la mirada y en el aire un sudor de familia.
 Vergonzosos de mostrarnos, mas
 alegres por dentro, como quien desde abajo construye alta una verdad. 

 Hacía algo de aire y los escaparates iluminaban
 y los transeúntes sólo veían su propio reflejo. 

 El primer grito,
¿quién lo dio? ¿Quién alzó el primer puño?
 Inmediatamente,
 coreamos todos la consigna como quien salda una larga deuda
 y por fin descansa.
 Las palabras calentaban y nos mirábamos. 

 Cuando apareció la policía ya éramos cien. Todos gritando, todos
 un solo corazón, un solo carné de identidad. 

 Los coches ya se paraban y los uniformes tenían sus dudas. 

 Cuando los gritos de la ciudad estallaron bajo las estrellas
 como fuegos artificiales,
 había manos en cada esquina que se entrelazaban con fuerza. 

 Y una sola consigna que transportaba el viento. 

 Una sola consigna. 

 Contra la propia muerte. 

 Amanecía.

Conrado Santamaría
Imagen: Juan Genovés. El abrazo.

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