sábado, 30 de mayo de 2015

Canción para los anarquistas españoles



Limón de oro no se fabrica:

            crece en verde limonero:

un hombre fuerte y sus claros ojos

            es libre de nacimiento.


El buey se agacha bajo el yugo

            y a capricho se guía al ciego;

pero un hombre libre tiene su propia senda

            y una casa en el otero.


Y hombre son los hombres que aran la tierra,

            y mujer las que tejen lienzo;

del limonar son dueños cincuenta hombres,

            y ningún hombre es un siervo.



A Song for the Spanish Anarchists

The golden lemon is not made
            but grows on a green tree:
A strong man and his crystal eyes
            is a man born free.

The oxen pass under the yoke
            and the blind are led at will:
But a man born free has a path of his own
            and a house on the hill.

And men are men who till the land
            and women are women who weave:
Fifty men own the lemon grove
            and no man is a slave.


Herbert Read. Traducción de Agustín García Calvo. En Poesía anglo-norteamericana de la guerra civil española. Edición de Román Álvarez Rodríguez y Ramón López Ortega. Junta de Castilla y León, 1986.

Imagen: Guerra civil española.

martes, 26 de mayo de 2015

Sólo es noble y humano rebelarse



Sólo es noble y humano rebelarse,

niego mi servidumbre al universo.

Todo es él, lo magnífico, lo adverso,

pero todo a su abismo ha de entregarse.


Engendra pero debe alimentarse

de sus frutos, de todo lo diverso,

para existir: es su crear perverso.

Es el orden fingido, el delatarse.


No sirvo a lo que a un mundo me encadena

en donde ser contra ese ser conspira

y menos a estas sombras, a este osario.


No sirvo, sólo cumplo mi condena,

denunciando, a pie firme, su mentira;

mi mentira, perdido en lo unitario.


Jesús Lizano. El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia. Virus editorial, 2009

Imagen: Llibert Teixidó. Jesús Lizano.

lunes, 25 de mayo de 2015

La dignidad es una raíz



Dos o tres veces por semana se acaba el mundo.

Cuatro o cinco miras con respeto

lo que pudo haber sido

más que un aire apocalíptico y no lo fue.


Pudiste aquella vez no haber nacido.

Y la otra, pudo tu globo terrestre

haber chocado entre dos vasos.


Y esa sorpresa de no haber explotado

no te hace digna ante ti.


Lo que otros ven ante la muerte,

esa pátina de seria dicha

que te desnuda y alza con aura de nobleza,

tú la has querido cada amanecer

y para siempre.


Y aún hoy lo quieres de palabra,

pensamiento y obra a toda hora.


Y he ahí, que esa pátina de seria dicha,

la dignidad,

sólo da frases de mármol

encajadas bellamente, mármol con mármol,

picos de estrellas con picos de estrellas,

cabales a sus hechos.


Las azules palabras del rayo

¡qué directas van al corazón de la alameda!


Tal es su fulgor, la pátina de tan seria dicha.

Tal su brillante acero, cable de soledad

en la vertical belleza de los silos huecos.


Así que ella, la dignidad, me abraza

si da mi despoblado diente con diente,

así que ella parece hacerse amiga en la quimera.


Y ahí si cabes, bien alta en medio del cielo.

Buena ama de ti. Dueña funambulista

de ese hilo sonámbulo que saben tender tus pies;

de la barra de aire que tu pecho agranda.

Pura palabrería. Nada.


¿Y qué hacen mientras tanto el estómago y la matriz?


Mírate hoy que vienes de hacerles caso,

de hacerte pasar por uno de los suyos.

¿De quiénes? De ellos:

El ciego, los clérigos, el escudero, los pintores,

arciprestes, contratistas del circo,

todos pistoleros del ahora.


Oh, Lázaro, Lázaro, cómo conozco la estirpe

de tus noches,

cada uva que robaste salió de ti en sangre

y estos son tus racimos.

Son preguntas de tus amos colgadas de la luna

y a ellas van los silabeos:


¿Dispuesta a una dedicación absoluta?

¿A cambios de horario?

¿A mayores distancias en la altura?

¿A orar antes de subir al dios verdadero?

¿En cualquier credo?

¿Ante un público infantil?

¿Y de adultos?

¿Sabes ya que se acabaron los sueldos extra

y las vacaciones pagadas?

¿Dispuesta, pese a todo?


Y aunque hayan sido más los síes

que los noes resultará en vano tal arrojo.


Y de nuevo habrá más balas

que personas en el mundo.

Nada de aljibes ni de mieses.


Más meses que salarios,

más enfermedad que descanso.

Nada de aljibes ni de mieses.


La dignidad, tan seria en esta cuerda de ayer a hoy,

no atada a ningún mañana,

viene con ganas de reír.


Te da la mano, sigues sus saltos de no a no,

sus cortos pasitos,

sus altos y cosquilleantes guiños,

enredándote en su raíz.


¡Ah, ella y sus borrones

para un cero mayor que el hágase del génesis!


La dignidad, una cerveza con ella

y ¡palabra que te coge por los pies!

Dos, y te abre su despensa verde.


A la tercera, el chasquido cervical

ya es el de la espiga que se yergue.


Está la tarde en alto y en el aire todo encaja.

¡Tanto cielo para una sola palabra! Nada

tan bello como esta ingravidez de remotas alas.


¡Cómo podré ocultar su exagerado precio!


María Ángeles Maeso, Basura Mundi, Huerga y Fierro, 2008.

Imagen: Edward Weston, 1937.

sábado, 23 de mayo de 2015

La escuela del desconsuelo



El que obedece es la mejor copia del que manda,

la gente vive enamorada de su servidumbre,

pendiente siempre del jefe,

incapaz de decidir por sí misma.


La gente ama a los analistas financieros,

a los directores de los periódicos,

al ministro de Economía

susurrando crisis en sus oídos.


La gente ama al rey en Botswana,

a los empresarios que dicen que la solución es trabajar más

y cobrar menos,

a la ministra de Trabajo hablando de la reforma laboral

y la Virgen del Rocío,

al ministro del Interior diciendo que las cosas podrían ir

a peor,

al ministro de Economía justificando que la mayoría

deberá permanecer en la miseria,

al presidente del gobierno razonando que no hay alternativa.


La gente se adapta, colabora, solo quiere ser uno más,

no desentonar,

cambiar de canal siempre que se lo ordenen,

aunque no hay nada que ganar,

aunque la paga no será justa,

aunque la miseria continuará,

aunque el casero llame a la puerta,

aunque las cosas nunca vayan a cambiar.


Los pobres aman aquello que los domina y explota.

Los ricos acarician el sufrimiento de los pobres

como el que acaricia un buen perro.



Antonio Orihuela. El amor en tiempos del despido libre. Amargord, 2015.

Imagen: Jared French. División, 1951.