sábado, 14 de mayo de 2016

YO, LA REVOLUCIÓN



                                                                A los de aliento firme:
                                               Tere Morán, Colás, Lito Peón…


Para que vieras que la sangre es roja

la cabeza corté del rey don Carlos.

Y el viento preso en la Bastilla pudo,

porque abatí sus piedras, darle al cielo

la carcajada de su cabellera:

blasfemia y estandarte contra el caos

al que le llaman orden los esbirros

de la púrpura blanca. Del Palacio

de Invierno, en que gemían las alfombras

de piel asesinada, hice un museo

donde el hombre su historia conociera

para no revivirla, y de las cumbres

traje la nieve inútil y la puse,

ya dueña de su impulso, a la tarea

de convertir en pan la piedra dura.

Más descansé en el séptimo nocturno,

y, al despertar del sueño, el escenario

comprendí que era el mismo: la cabeza

del rey don Carlos nuevamente altiva,

las Bastillas sus muros reafirmando,

y el Palacio de Invierno con alfombras

pisadas cada vez con más lujuria,

petrificadas de terror las aguas.


Pero la sangre sigue siendo roja.




Carlos Álvarez. Memoria del malentendido, 1989. En Seguiremos sembrando. (Antología 1984 – 2010). Bartleby, 2016.

Imagen: Vladímir Serov. Tomado el Palacio de Invierno, 1954.

No hay comentarios:

Publicar un comentario