lunes, 18 de diciembre de 2017

BURGOS



Veintitrés años

vi pasar el río Arlanzón y no aprendí

nada.

Las arquivoltas contienen el mal de la piedra.

Los corazones rebosan la mentira piadosa.

Estas iglesias, estas catedrales

sólo son cementerios de tafetanes pútridos

mas de tan alto

honor.

Acaso el heavy metal en la esquina

de la calle de los monstruos que niegan a Dios

demuestre que la ira seguirá existiendo.

Somos todos hermanos, sí.

Empero, hay sólo un hombre para una mujer,

los sexos se distribuyen conforme a la uniformidad

de los números pares,

las reglas de tres están prohibidas en las ceremonias

oficiales,

y de las fauces de las gárgolas mana más dolor, sangra

más falaz substancia

que aguas trae

la vieja lluvia castellana.

Cómo borrarme de este elenco de gigantes y cabezudos.

Cómo hacerme urraca, cortesana violada, lirio aplastado,

uña y pie desnudo de las tristes muertas que esperan

al otro lado del Paseo del Espolón,

ya sin confesores ni nadie a quien

culpar.






Andrés de la Orden. Noctem. Raspabook, 2016.

Imagen: Gigantillos de Burgos

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